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La ansiedad y su efecto silencioso

Vivimos tiempos difíciles y surreales, a ninguno de nuestra generación nos paso por la cabeza vivir en tiempos de pandemia y tener que bloquear nuestro estilo de vida y cambiarlo por completo. Y como era de esperarse, con estos cambios, viene la ansiedad. Si, la misma que vivías por otras razones (trabajo, entaponamiento, deudas, etc.).

La ansiedad es una respuesta emocional o conjunto de respuestas que engloba: aspectos subjetivos o cognitivos de carácter displacentero, aspectos corporales o fisiológicos caracterizados por un alto grado de activación del sistema periférico, aspectos observables o motores que suelen implicar comportamientos poco ajustados y escasamente adaptativos (según Tobal, M. 1996).

Del latín anxietas, ‘angustia, aflicción’, la ansiedad tiene una función muy importante relacionada con la supervivencia, junto con el miedo, la ira, la tristeza o la felicidad y en situaciones de alerta, el organismo pone a funcionar el sistema adrenérgico como cuando el organismo considera necesario suplir alimentos, este sistema se activa y libera señales de alerta a todo el sistema nervioso central.

Hasta cierto punto la ansiedad es considerada positiva, pues activa las alertas de nuestro sistema nervioso cuando nuestro organismo necesita suplir sus necesidades. Sin embargo, por el lado negativo y patológico tiene consecuencias muy desagradables para quienes lo padecen. Entre los trastornos de ansiedad se encuentran las fobias, el trastorno obsesivo-compulsivo, el trastorno de pánico, la agorafobia, el trastorno por estrés postraumático, el trastorno de ansiedad generalizada, etc.

En el caso generalizado, con el estrés del día a día, además de la forma en que cada quien visualiza sus problemas, la ansiedad se vive como una sensación difusa de angustia o miedo y deseo de huir, sin que quien lo sufre pueda identificar claramente el peligro o la causa de este sentimiento.

Entre los síntomas más comunes están hiperactividad vegetativa, que se manifiesta con taquicardia, taquipnea, midriasis, sensación de ahogo, temblores en las extremidades, sensación de pérdida de control o del conocimiento, transpiración, rigidez muscular, debilidad muscular, insomnio, inquietud motora, dificultades para la comunicación, pensamientos negativos y obsesivos, etc.

Se puede manifestar de tres formas diferentes: a través de síntomas fisiológicos, cognitivos y conductuales. Éstos hacen referencia a tres niveles distintos, los cuales pueden influirse unos en otros, es decir, los síntomas cognitivos pueden exacerbar los síntomas fisiológicos y éstos a su vez disparar los síntomas conductuales. Cabe notar que algunos síntomas de la ansiedad suelen parecerse a los de padecimientos no mentales, tales como la arritmia cardíaca o la hipoglucemia.  

También puede ocurrir que los síntomas de ansiedad puedan estar provocados por enfermedades físicas o por el consumo de fármacos, drogas o sustancias dietéticas. En estos casos puede haber un trastorno de ansiedad o no, dependiendo de cada persona y de las circunstancias que concurran.

Una de las formas de ansiedad más padecidas en el mundo es el miedo escénico, una forma de ansiedad social que se manifiesta frente a grupos y ante la inminencia de tener que expresarse en público o por efecto de imaginar dicha acción.

 Aunque es algo considerado de por vida, no todo el mundo responde igual a los tratamientos, aquí lo importante es que visites a un especialista y trabajes en alimentar tu mente, espíritu y cuerpo con enfoques positivos y saludables mas allá de lo que te diga un medico, ya sea haciendo ejercicios, comiendo saludable, eliminando el tabaco, la cafeína y los dulces, además reconocerte y valorarte, lo que puedes lograr y alcanzar si te enfocas en lo positivo, consciente de trabajar lo negativo que pueda girar a tu alrededor.  

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