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Frozen: ¡Segunda parte que sí es buena!

De entrada debo admitir que no fui fanática de la primera película de Frozen hasta ver a mi hija con apenas 10 meses hacer el intento de cantar Lei It Go… luego le tomé el ritmo y todavía hasta la fecha Ana y Elsa siguen retumbando mi casa.

La semana pasada, decidimos ver la película en familia y la verdad es que con esta si que enganché. La sentí más fluida y más apegada a la realidad y esencia de cada uno de los personajes.

En esta nueva entrega vemos a una Elsa con más determinación, sin miedo a su poder y a una Ana mucho más intensa por protegerla y retenerla a su lado, aunque luego entendiera que cada una debe buscar su lugar y vivir su destino.

Cabos sueltos de la primera película quedan explicados, detalles tan simples se vuelven complejos y hacen que la película tenga una particular energía durante su desarrollo, que nos hizo mantener la mirada en la pantalla todo el tiempo.

Elsa representa la aceptación personal, Ana es un gran reflejo de la evolución entre la inmadurez al paso a la edad adulta.

La cinta lleva a un Olaf menos bromista y más preocupado por los cambios y lleva a estos niños que vieron la primera película en 2013 a interesarse justo por estar en esta etapa. Han pasado seis años desde la aventura congelada y eso se hace evidente en los diálogos de esta película (aunque en la trama solo hayan pasado tres años desde los primeros acontecimientos).

Kristoff tiene también sus momentos de protagonismo con una canción muy hermosa y que visualmente representa las baladas de amor de la década de los 80´s.

Igual de musical que la primera y con temas que quizá no tengan el impacto de Let It Go, entiendo que esta película es bastante buena y apegada a la aceptación de cada uno de los personajes y a dar una mirada «mucho más allá».

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