El matrimonio es una institución sagrada que transforma la vida de las personas.
Las parejas, tienen que cooperar y ayudarse como compañeros iguales. Precisan nutrir con amor su intimidad espiritual y física. Deben procurar elevarse y motivarse mutuamente. La unidad matrimonial se mantiene cuando ambos entienden las metas.
Sin embargo, no todos los matrimonios tienen un final feliz, cuando un matrimonio entra en decadencia, puede manisfestarse a través de una crisis caracterizada por la apatía, el estancamiento, monotonía, desgaste emocional y peor aún el silencio.
Algunas señales de una crisis matrimonial incluyen: discusiones o alejamiento, falta de interés, cambio en las prioridades, ese punto en la que la relación se bloquea y uno o ambos miembros de la pareja sienten que el matrimonio ha perdido su razón de ser.
Es difícil reconocer que un matrimonio ya no tiene solución. Es ponerle fin a algo que para ambos representó la felicidad en algún momento y que se suponía que era para toda la vida.
John Gottman, uno de los psicólogos más reconocidos, considera que el desprecio es uno de los “jinetes del apocalipsis del matrimonio”.
Los problemas tienen sus señales, la falta de confianza, desinterés, poco tiempo en pareja, relaciones sexuales inexistentes, diferencias irreconciliables, ausencia de metas comunes, entre otras.
El respeto es la base para llevar una buena relación, que sea duradera y firme. Aunque en ocasiones no estén de acuerdo, lo importante es saber llevarlo, conciliar y llegar a acuerdos, y estos deben ser siempre desde el respeto y valorando a la otra persona.
Asumir y delegar, buscar ayuda profesional en el momento preciso puede ayudar a tomar la mejor decisión para ambos, ya sea encarrilando la relación y salvando el matrimonio o definitivamente logrando una separación saludable.
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